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El bardo parisino

«El poeta goza del incomparable privilegio de poder ser, a su antojo, él mismo y otro. Al modo de esas almas errantes en búsqueda de un cuerpo, el poeta entra, cuando bien le parece, en la persona de cada cual. Para él, sólo para él, todo está libre; y si algunos puestos parecen estarle negados, ello es debido a que, en su apreciación, no merecen ser frecuentados».

Hablar de poetas clásicos es complicado pero la habilidad de ser un lector permite acercarte a dialogar imaginariamente con las obras, en ese universo de palabras cada persona es un mundo pero cada poeta es una historia, la vida de Baudelaire tiene valor histórico.

Cuando el clima es cálido hay más flores, las abejas viven de la flor, «la juventud y la flor de la vida son vanidad», el Rey Salomón en toda su gloria nunca vistió como los lirios del campo. Las flores sirven para los remedios, la granada y el limón dan su flor. Nabucodonosor construyo soberbios jardines colgantes, la amapola es una planta venenosa, a Jesucristo le dieron un vino de una planta venenosa mezclada con hiel (ésta la sacan de las flores), Jesucristo no la acepto porque él pedía agua. 

Baudelaire alegóricamente cargaba las flores de la desdicha, era un lector de los periódicos y decía que éstos eran escritos por bribones. Se puede suponer que era autocrítico y al final de cada día hacía un recuento de lo acontecido (hasta cuantas personas saludo), los poetas actuales en nada se parecen a Baudelaire, la poesía transita por la indiferencia y la deshumanización, no hay una ruptura que permita un Renacimiento. El bardo parisino sabía captar los instantes de lo fugaz y momentáneo, era un hombre polifacético, paseaba por las calles de la ciudad y atento de sus observaciones escribía anécdotas e historias.

Fue un poeta que ironizaba los modales de la sociedad francesa. Su poema «Un gracioso», habla de las personas sin modales, que golpeaban con el látigo a los asnos, alegando en su metáfora que algo similar le producía la moda francesa de su época, personas tontas pero con ingenio.  

El esplín de París (pequeños poemas en prosa), de Charles Baudelaire. En la traducción de Francisco Torres Monreal, bajo el sello de Alianza editorial, es una obra derivada de las horas perdidas del poeta parisino, ofrece un testimonio de la ciudad, se puede deducir que la obra es reveladora pero con manuscritos incompletos.