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El profesor ruso

Érase una vez un profesor que recibió un telegrama de su hermana, informándole que su esposo había muerto y necesitaba de su ayuda. Como tenía cuatro años sin verla, decide viajar a ese pueblo alejado para el velorio de su cuñado.

Nuestro protagonista era un joven catedrático, un tipo afable y lector de numerosas obras literarias. Vestía elegante y usaba una corbata violeta. La gente decía que a pesar de su edad era una persona con extrema madurez.

después de un viaje agitado, acude con su hermana para darle las condolencias, pero descubre que Isabel no estaba triste al contrario fue una sensación de alivio que muriera su borracho esposo, ya que era frívolo y desentendido.

Su estancia en el pueblo transcurría de forma natural hasta que apareció una joven de vestido gris, como si fuera un antiguo retrato italiano. Su nombre era Bárbara Olessova y palabra que era hermosa. Una chica que cuestionaba el razonamiento del profesor, como si fuera una filosofa griega. Ese detalle despertó su interés. Durante la conversación nunca aparto su mirada hacia la sensual jovencita. Decían que tenía fama de conquistadora. Lo cierto fue que al despedirse le da un fuerte abrazo y le dice que apreciaba todo y que le pareció un hombre diferente.

Hipólito Polkanov desayunaba con su hermana, ahí le confiesa que tiene interés en ella. Que le parece simpática y tiene cualidades con más valor que las muchachas de la ciudad. “Las impresiones dulces y apacibles de la jornada envolvían sus almas en una suave languidez donde se adormecían todos los deseos, excepto el de pensar silenciosamente en algo que no habrían podido describir las palabras.”

Un día por la mañana salen a caballo hacia un monasterio que estaba a 30 kilómetros, eran horizontes maravillosos. Ella cantaba a media voz. Luego dialogaban de libros románticos, en el fondo de su mente estaba Bárbara. Hubo una pregunta que mereció la atención de Hipólito. Le preguntaba sobre su ciudad y él respondía sarcásticamente que San Petersburgo era arisca y podrida por el polvo de la antigüedad.

Platicaban con tanta afabilidad y ella distraídamente escuchaba el canto de un pajarillo que paseaba por la ventana. Eran momentos especiales, como si toda la sabiduría de los siglos se congregara en esa charla. Le decía que Beethoven era el Shakespeare de la música. Se suspiraba la buena atmosfera. En esa escena de despedida la señorita comprende que vivir con un hombre de buena palabra no era su destino.

Leer a Gorki es como si caminaras por la Sierra de Arteaga y te cayeran manzanas. Se escucha irónico, pero su prosa alegóricamente es como un Cíclope de las montañas y su rostro vagabundea con una sonrisa. Bárbara Olessova de Máximo Gorki es un libro de la Biblioteca EDAF, consta de 350 páginas. Traducido del ruso por Isidro Maltrana. Impreso en el año 1964 en Madrid, España. “Los libros se han escrito para todo el mundo”. historiador82@yahoo.com