CulturaLado B

Esa noche reclamarían su alma

Hace unos meses dialogaba en una cafetería con mamá, discutíamos sobre el concepto de la felicidad. Aristóteles decía que los hombres geniales disfrutaban de sentirse nostálgicos. Ella sonreía, le argumentaba que Schopenhauer decía que las personas felices tienen personalidad. Ella alegaba que la felicidad se encuentra dentro del ser humano. Que tenía 67 años y seguía sintiendo la alegría de viajar y conocer personas. Luego charlábamos sobre un cuento “¿Cuánta tierra necesita el hombre?”, escrito por Tolstói. La historia iniciaba con una discusión de dos hermanas, una vivía en la ciudad y la otra en un rancho.

La señora del ejido estaba ofendida porque le decían que vivir en el campo era como estar entre el estiércol de los puercos. Se defendía, refutando que respiraban aire limpio, en cambio, en la ciudad era un aire contaminado. Uno de los maridos escuchaba y se molestó, en su interior comentaba que si tuviera más tierras y dinero no le temería ni al mismo diablo. Lucifer que se encontraba presente dijo: “le daré más tierras y luego me apropiare de su alma.” Con el tiempo, vendió sus caballos y compraron otro rancho. La vida le sonreía. Pasaron las semanas. Un fuereño tocó su puerta, y le dijo que en un rancho lejano estaban dando tierras.

Decidió viajar y estando ahí, les entrega unos regalos a los indios y en la convivencia se ponen briagos. El indio le dice que le dará toda la tierra que desee y le prestará un caballo para la delimitación. La única condición es regresar antes de que se oculte el sol o perderá el trato. La avaricia lo había cegado. Decide salir antes del amanecer sin almorzar. Cuando cabalgaba recordaba una pesadilla que había tenido en la noche. El diablo se carcajeaba de él. Estaba cansado y se libera de chamarra y zapatos. Pensaba, si aguanto más, viviré siempre como rey.

Con el calor empezaba a ver borroso y sus pies tenían ampollas. Estaba fundido y recapacitaba: “¡Me hubiera gustado descansar un rato!”. Principiaba el atardecer y el sol bajaba. Su corazón latía como martillo. Tomó sus últimas fuerzas y aceleró su caminar. El indio lo divisaba y se carcajeaba. Las piernas le fueron fallaron. Llegó a rastras y con la lengua de fuera cayó, le dicen: ¡bárbaro, ganaste la tierra!, pero ya no respondía. Con el talache su trabajador cavó un pozo de dos metros para sepultarlo. Esa fue la tierra que necesitaba el hombre.

Las personas deben ser equilibradas en sus sueños. Un día un hombre rico tenía demasiada tierras y cosechas, pero de buenas a primeras pensaba que ya había sido suficiente tiempo de trabajo, necesitaba disfrutar y gozar del trabajo de tantos años, pero no sabía que esa noche reclamarían su alma. La humanidad ha tenido guerras por la posesión de riquezas. Los libros enseñan que la fortuna se encuentra en la mesura de los pensamientos, valorar lo que se tiene y no caer en ambiciones desmedidas.