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Escritor que escribía a lápiz, por Javier José Rodríguez Vallejo

Robert, tenía una forma romántica de ver la vida. Si viviera aquí, me imagino que trabajaría en la Rondalla de Saltillo o en alguna Universidad como bibliotecario. Su libro tiene 359 páginas, en sus paseos narra los pueblos con paisajes verdes, tan similares a los nuestros que tenemos en Arteaga. Sus letras me recuerdan a la niñez, esa época donde te divertías jugando. Lo esencial, era pasar un buen momento, imaginar la vida libresca era algo noble y en cierto modo representaba el sentido de la existencia.

Se percibía amigable, espontáneo, era una persona que vivía sus propias historias y luego las narraba. Los escritores alegres son soñadores, escriben los detalles que observan en las calles, los museos, los teatros y hasta describen la biografía de aquella mujer que les produce sentimientos. Robert, en ese sentido, era un poeta de ojos sabios, tenía esa habilidad para conversar con una chica tímida, servir el café y mantener una conversación novelesca donde las horas volaban.

Más allá de todo, un erudito vive con ilusión su soledad, Robert, leía a Goethe y le angustiaba el olvido de la poesía de Hölderlin, se reía de Nietzsche. Desde la ventana del ferrocarril contemplaba el paisaje, comentaba que los humanos buscan y abandonan cosas. Hay momentos dulces y amargos, pero vivir no es recordar, ni tener un rostro con arrugas y cabellos blancos. La vida del poeta Walser son cientos de páginas que un lector debe disfrutar con pausa. Era una persona que se reía de los cuentos y en ese juego escribía palabras asombrosas.

Concluyendo, hoy vivimos una época de guerras, epidemias y también de ausencia de lecturas. Leer es una forma de mantenerte jovial y despejar la mente. Reseñar una obra es emotivo y dar un paseo con la historia de un escritor es más brillante, tiene un bello significado. Puedo decir que el libro de Robert Walser, titulado Escrito a lápiz, Microgramas III (1925-1932), editado por Siruela y traducido por Rosa Pilar Blanco. Es un libro con aventuras y permite que te adentres en los pensamientos del escritor que escuchaba a Mozart. En esa concordancia me parece que la lectura puede ser una actividad con enseñanzas. La vida de los escritores depende de un papel, un lápiz o pluma, de una buena dosis de inspiración, a eso le agregas la concentración.