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La metamorfosis, por Kafka 25

Sin embargo, este dinero no era del todo suficiente como para que la
familia pudiese vivir de los intereses; bastaba quizá para mantener a la
familia uno, como mucho dos años, más era imposible. Así pues, se
trataba de una suma de dinero que, en realidad, no podía tocarse, y que
debía ser reservada para un caso de necesidad, pero el dinero para vivir
había que ganarlo. Ahora bien, el padre era ciertamente un hombre
sano, pero ya viejo, que desde hacía cinco años no trabajaba y que, en
todo caso, no debía confiar mucho en sus fuerzas; durante estos cinco
años, que habían sido las primeras vacaciones de su esforzada y, sin
embargo, infructuosa existencia, había engordado mucho, y por ello se
había vuelto muy torpe. ¿Y la anciana madre? ¿Tenía ahora que ganar
dinero, ella que padecía de asma, a quien un paseo por la casa producía
fatiga, y que pasaba uno de cada dos días con dificultades respiratorias,
tumbada en el sofá con la ventana abierta? ¿Y la hermana también tenía
que ganar dinero, ella que todavía era una criatura de diecisiete años, a
quien uno se alegraba de poder proporcionar la forma de vida que
había llevado hasta ahora, y que consistía en vestirse bien, dormir
mucho, ayudar en la casa, participar en algunas diversiones modestas
y, sobre todo, tocar el violín? Cuando se empezaba a hablar de la
necesidad de ganar dinero Gregorio acababa por abandonar la puerta y
arrojarse sobre el fresco sofá de cuero, que estaba junto a la puerta,
porque se ponía al rojo vivo de vergüenza y tristeza.