CulturaLado B

La metamorfosis, por Kafka 55

-Greta, ven un momento a nuestra habitación -dijo la señora Samsa con
una sonrisa melancólica, y Greta fue al dormitorio detrás de los padres,
no sin volver la mirada hacia el cadáver. La asistenta cerró la puerta y
abrió del todo la ventana. A pesar de lo temprano de la mañana ya
había una cierta tibieza mezclada con el aire fresco. Ya era finales de
marzo.
Los tres huéspedes salieron de su habitación y miraron asombrados a
su alrededor en busca de su desayuno; se habían olvidado de ellos:
-¿Dónde está el desayuno? -preguntó de mal humor el señor de en
medio a la asistenta, pero ésta se colocó el dedo en la boca e hizo a los
señores, apresurada y silenciosamente, señales con la mano para que
fuesen a la habitación de Gregorio. Así pues, fueron y permanecieron
en pie, con las manos en los bolsillos de sus chaquetas algo gastadas,
alrededor del cadáver, en la habitación de Gregorio ya totalmente
iluminada.
Entonces se abrió la puerta del dormitorio y el señor Samsa apareció
vestido con su librea, de un brazo su mujer y del otro su hija. Todos
estaban un poco llorosos; a veces Greta apoyaba su rostro en el brazo
del padre.
-Salgan ustedes de mi casa inmediatamente -dijo el señor Samsa, y
señaló la puerta sin soltar a las mujeres.
-¿Qué quiere usted decir? -dijo el señor de en medio algo aturdido, y
sonrió con cierta hipocresía. Los otros dos tenían las manos en la
espalda y se las frotaban constantemente una contra otra, como si
esperasen con alegría una gran pelea que tenía que resultarles
favorable.