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Las palabras, por Miguel Ángel Gómez

Las palabras nos hacen estar firmes incluso ante el viento cuando sopla. El tiempo fluye y pretendemos que “la vida hogareña sea pacífica y serena” (Henry Miller).

Los poetas juegan con la literatura una partida de ajedrez alguna noche. Lo que pasa en la calle desea ser descrito con una especie de rareza mecánica. Desde hace algún tiempo, la poesía goza de popularidad que hace que la veamos en movimiento. Hay poetas que escriben al amparo de una sonrisa plena de confianza. Otros invierten la totalidad de sus sentidos en el proceso.

Juan Francisco Quevedo en Una mirada a este tiempo nuestro (Libros del aire) se nos muestra como un poeta que gusta de no apartar la vista de un rostro asombrado; en sus versos nos hace encontrar la sensación de brotar en el espacio, como un globo que, en el circo, se escapa de la mano de un niño. Hay en su libro memoria y corazón, flores eléctricas que brillan y se desvanecen alternativamente sobre la húmeda y sofocante calzada.