CulturaLado B

Un poema a las víboras, por Miguel Ángel Gómez

LAS VÍBORAS

Una víbora se alegra de volver a verme

cuando estoy leyendo:

“La costurera de Montgomery

espera y espera

al autobús en la avenida Cleveland.

Se sube, fila cinco”.

Otra víbora adormilada

llega de lejos y sin hora, el corazón

me palpita rápido sin saber

si podrá

hacer frente a todas las exigencias.

Va por todas partes.

Me siento un poco avergonzado

de mí mismo

por haberla hecho

venir desde tan lejos. Finge la víbora estar encantada,

es extraña y muy sensible. Continúo leyendo:

-Una mujer que cree que es digna

de todas las cosas posibles. Piedad. Gracia. Bondad.

Tanto si lo crees o no, no ha venido a la Tierra

para tocar Ring Araound Your Rosie

en tu circo ambulante de transporte público-

No puedo menos de observar

cuando se va,

que llega una tercera víbora,

¿cómo explicas eso?, me pregunto.

Se dispone a hacer alguna travesura.

Cabizbajo, vuelvo a mi tarea.

Mientras trabajo

me pregunto cómo y dónde podré conseguir “La Universidad Desconocida”,

de Roberto Bolaño

para, audaz, releer aquellos versos de la página 85:

“En los caminos de hielo

cuando ya todo parece más claro

y cada instante es mejor y menos importante

con un cigarrillo en la boca y con miedo

a veces

los ojos verdes Y 26 años Un servidor”.

Acelerado el Apocalipsis hace que se una

a la reunión

una cuarta víbora,

aunque yo no soy víbora,

se queda aquí conmigo.

¡Ay, ay!

Estoy en aprietos.

Demasiadas víboras

aunque una se marchara

con la boca cerrada.

Ellas me rodean y aun así me siento

capaz de cualquier cosa,

sobre todo

si depende de mi ingenio.

Las víboras siguen conmigo

cuando me marcho, no reina la calma.

Parecen mayores que yo, no las reconozco.

Llegan víboras de todas partes

al entrar en casa, en el ventilador,

en las puertas, en las ventanas.

Hay víboras con una falsa cordialidad.

Los modales de las víboras son magníficos,

sobre todo

el de los escritores.

Cuando yo fui

la víbora Marguerite Duras

escribí este verso:

¿Por qué no? ¿Por qué este pudor de pronto?

Si solo se publicara lo que se escribe hoy

y no lo de ayer, no habría escritores que vigilaran todo

desde muy cerca.

Dijo la víbora Tabuchi:

“La poesía entra en todas partes y es siempre casual”.

Dijo la víbora Karma: Por ti revelaría mis ansiedades,

temores, culpas y descontentos

sin abandonar la sonrisa suave y tranquilizante.

Las víboras

que quieren silenciar

que arrastran infortunios

dicen que es feliz

quien no lo sabe y se queja.

Las víboras

están acostumbradas,

como los barcos,

a zozobrar

una y otra vez.

Mantén seca tu fuente de ingresos,

dijo la víbora  Despilfarradora.

Las víboras sin signo filosófico

lo pasan

en grande

no entendiendo nada.

La víbora Sartre me explica todos los esquemas,

me hace saber cuáles son los enemigos aunque ellos no lo sepan.

Envejecida víbora,

quiere que la chispa se siente en mi mecedora,

como si estuviera en mi casa de campo.

Las cosas que le han pasado a la víbora Precipitada

se mantienen firmes como una roca.

La víbora Esperanzada me saluda y estamos mirándonos unos minutos.

Dijo la víbora pessoana:

 “Nuestra finalidad está en dar a su lugar un resplandor cálido”.

Víboras, víboras pálidas y enfermizas,

combatirán contra mí en sus propios términos.

La víbora Modiano está atenta a la víbora Roth.

“No, no odio esto, ni lo desprecio”.

Víboras que se humedecen de la emoción.

Dijo la víbora Sentenciosa: “¡Estoy preparada!”.

Dijo la víbora Adaptada: “Mi salud es más de plomo que de hierro”.

Víbora esperando la llegada de más víboras ¡Una a las tres!

La víbora Wim Wenders habla realmente curioso del estado de las cosas.

Hay víboras Extasiadas

que no quieren

amanecer.

Sangre en la noche, luces cazadoras y tramperas.

Víboras, víboras.

La víbora Lúcida puede que sea inteligente,

pero le falta

algún tornillo.

La víbora Peter Handke

lo dijo:

“Mi amigo de la infancia, el que no tenía en mente llegar a nada,

sí llegó a ser algo,

aunque, como él mismo me dio a entender

en más de una ocasión,

sólo fuera algo de cara al exterior”.

De cara al exterior actuamos como un imán

y quien no nos conoce se pega a nosotros

como empaste de hierro.

La víbora Inolvidable

es como una especie cariñosa y me hace relativizar todo muy intensamente.

Las víboras en un período celestial

a punto de acabarse. Las víboras son coquetas. ¡Qué asamblea!