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Un profesor del pasado

Era la vida de un profesor que trabajaba en una prestigiosa Universidad, había dedicado su vida al estudio de libros y debido al estrés sufría problemas nerviosos. Su mal humor lo estaba volviendo loco. Un amigo le había sugerido que se fuera de vacaciones al campo. Ese ambiente le ayudaría superar la tensión. Durante el viaje el profesor Kovrin disfrutaba observar los distintos tonos de verde que tenía el bosque.

Un profesor se hospedaba en la casa de su antiguo tutor, el Sr. Pesotsky. Amaba la jardinería y desde 1862 trabajaba en la horticultura. En su hogar había rosas, camelias, tulipanes, cerezos y manzanos. Dicho hombre tenía una hija que se llamaba Tania y el maestro disfrutaba aquella temporada con hermosa familia. En ocasiones salían a caminar, tomaban café y la señorita tocaba el piano.

Cierto día, Kovrin le platicaba la historia del monje negro, que cada mil años regresaba del más allá y que según la leyenda, aparecería ese día. Ella estaba sorprendida y le parecían extrañas aquellas palabras. Al salir caminaba por el jardín, veía una nube y un monje negro descendía de la misma. Aquella escena le infundía miedo.

La histeria

Al legar a casa, quería narrar lo que acababa de ver y evitaba hacerlo para que no lo juzgaran loco. Durante la charla con su amigo hablaban sobra la pasión que tenía por el cultivo de huertos. Comentaba que esa actividad lo relajaba y confesaba que le encantaría que su hija se uniera en matrimonio con él. Eso le garantizaría que tuviera un heredero que continuara con su labor de amor por los árboles. Aquella relación terminaba en boda y el suegro estaba feliz. Sin embargo, la vida del maestro era otra, a menudo se le veía riendo y hablando de forma solitaria. Sus diálogos imaginarios eran con el monje negro. Al emigrar hacia otra ciudad, Tania no terminaba de adaptarse, sufría insomnio y Kovrin no dormía. En ocasiones, ella despertaba y veía a su marido hablando frente a la ventana con la aparente nube negra.

El jardín se había marchitado

Regresaban al campo y la demencia de Kovrin estaba peor. Su posible regreso a su oficio se había postergado. A cada rato discutían por tonterías, Tania tomaba la decisión de abandonarlo, no soportaba su tensión nerviosa y su histérico humor. Con tiempo el padre de Tania enfermaba y moría.  El jardín estaba marchitándose y el profesor se había dado cuenta de sus errores. Era tarde, estaba enfermo y sus nervios trastornados veían por última vez al monje que le decía que se lo llevaría al infierno. Quería hablarle a Tania y pedirle ayuda, pero caía muerto y a su lado el monje sonreía.