Internacional

A 10 años del 15-M en España

Madrid, España. – (Agencias) El movimiento ciudadano que clamó contra la clase política en distintos puntos del mapa conmemora esta fecha en medio de una post pandemia, con unas elecciones recientes y con una red afianzada de grupos sociales.

Vicente Verdú coincidía con su homólogo polaco Zygmunt Bauman a la hora de calificar al Movimiento 15-M. El sociólogo lo definía como algo «emocional», sin líderes y con una línea transversal de pensamiento.

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Bajo esos parámetros, a grandes rasgos, miles de personas se juntaron en las plazas de diferentes ciudades españolashace 10 años.

Protestaban contra los gobernantes y contra los poderes fácticos. Entes que, ante un paro por las nubes, una mochila llena de impagos o la previsión de una generación perdida, no solo esquivaban su responsabilidad sino que acusaban al resto de «vivir por encima de sus posibilidades».

«No nos representan» fue el grito de guerra más coreado. Jóvenes, adultos y hasta los yayos acudieron a esa llamada de indignación, así lo reseña Alberto García Palomo, corresponsal de Sputnik en España.

Movimiento 15-M - Wikipedia, la enciclopedia libre

Comenzó en la Puerta del Sol de Madrid un 15 de mayo. La protesta de varios colectivos se sofocó a la fuerza y el efecto rebote llegó en forma de acampada multitudinaria.

Este kilómetro cero de España se convirtió en una manifestación permanente. Y en una urbe con dependencias cubiertas por toldos, como un zoco oriental.

«No hay pan para tanto chorizo» o «nuestros sueños no caben en vuestras urnas» pasaron a engrosar el refranero nacional y a ser la alternativa poética de unas cifras de susto.

El país arrastraba el desplome del ladrillo. La crisis de 2008, que se inició con las hipotecas subprime y se propagó hasta pinchar esa burbuja inmobiliaria que llevaba una década hinchándose, cada vez hacía más estragos.

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El paro crecía por encima del 20% (en 2011 fue del 22,6% de media anual) y la juventud se veía «sin casa, sin curro, sin pensión» y «sin miedo».

Ese aviso, de hecho, fue el prólogo: a lo largo del primer trimestre del año se sucedieron protestas de aquellos que, como escribía Ramón Muñoz en el libroEspaña, destino tercer mundo, iban a vivir «mejor que sus abuelos, pero peor que sus padres».

Hasta esa secuencia confusa de mayo en la que unos pocos activistas, reunidos en organizaciones como Democracia Real Ya o Juventud sin Futuro, se plantaron en la Puerta del Sol e intentaron pernoctar para endurecer su mensaje. La negativa de las autoridades hizo que volvieran al día siguiente.

El 15 de mayo, en acto de rebeldía, un grupo de personas decidieron acampar en la plaza, a la acampada le siguió la grandes manifestaciones. Las plazas se llenaban durante el día hasta que por la noche las fuerzas del orden las desalojaban. La última acampada en ser disuelta fue la de Sol, que permaneció vigente hasta el 12 de junio de 2011 tras 28 días de duración.

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Ese acto de represión que acarreó un efecto bumerán: en las jornadas sucesivas se había multiplicado la asistencia y ya era imposible controlar a quienes decidían dormir entre cartones o tiendas de campaña.

Un mero acto de rebeldía que terminó prendiendo una llama de creatividad y activismo. El lugar ya era un poblado con comités y asambleas casi ininterrumpidas.

Las ondulaciones al aire con las manos como afirmación o aplauso silencioso dieron un ambiente de compromiso y jolgorio. Las pancartas se instalaron en las marquesinas, los anuncios publicitarios o los andenes de metro.

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«Si no nos dejáis soñar, no os dejaremos dormir», decía uno. «Me gustas, democracia, pero estás como ausente», cavilaba otro, en homenaje al poeta Pablo Neruda.

Madrid era un hervidero y emanaba sucursales en Barcelona, Valencia y las principales plazas de la geografía nacional. Incluso en el extranjero, entre esos expatriados que aclaraban su viaje con este lema: «No nos vamos, nos echan».

Pero poco a poco se fue diseminando. Del centro pasó a las periferias. De los barrios, con asambleas más domésticas, a las marchas indignadas. El aniversario de 2012 fue un déjà vu fugaz y latiente.

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Valencia

Pero, a medida que perdía fuelle y la economía ahogaba, se trasladó a mareas de colores que defendían la educación o la sanidad: el Partido Popular se había instalado en la Moncloa con mayoría absoluta y los recortes que dictaba la famosa austeridad esquilmaban los servicios públicos.

Perdidas la esperanza y los contratos estables, la gente volvió a su parcela de actuación. A buscarse la vida, a protestar con su gremio o a salir de un estado que rescataba bancos, dejaba sin pagar a proveedores y vendía inmuebles enteros a fondos buitre.

EcoOcéanos: Nuestra aportación al movimiento 15M

Los que repetían eso de “no somos antisistema, el sistema es antinosotros” tenían razón: ni negociaciones en las expulsiones de viviendas, ni reformas laborales ventajosas para el empleado ni logros en materia de libertad de expresión.