Cultura

Avelino Arredondo 4, de Borges

—El miedo no es sonso ni junta rabia.
Se había portado como un cobarde, pero sabía que no lo era. Volvió pausadamente a su
casa.
El día veinticinco de agosto, Avelino Arredondo se recordó a las nueve pasadas. Pensó
primero en Clara y sólo después en la fecha. Se dijo con alivio: Adiós a la tarea de
esperar. Ya estoy en el día.


Se afeitó sin apuro y en el espejo lo enfrentó la cara de siempre. Eligió una corbata
colorada y sus mejores prendas. Almorzó tarde. El cielo gris amenazaba llovizna;
siempre se lo había imaginado radiante. Lo rozó un dejo de amargura al dejar para
siempre la pieza húmeda. En el zaguán se cruzó con la parda y le dio los últimos pesos
que le quedaban. En la chapa de la ferretería vio rombos de colores y reflexionó que
durante más de dos meses no había pensado en ellos. Se encaminó a la calle de Sarandí.
Era día feriado y circulaba muy poca gente.


No habían dado las tres cuando arribó a la Plaza Matriz. El Te Deum ya había
concluido; un grupo de caballeros, de militares y de prelados, bajaba por las lentas
gradas del templo. A primera vista, los sombreros de copa, algunos aún en la mano, los
uniformes, los entorchados, las armas y las túnicas, podían crear la ilusión de que eran
muchos; en realidad, no pasarían de una treintena. Arredondo, que no sentía miedo,
sintió una suerte de respeto. Preguntó cuál era el presidente. Le contestaron:
-Ése que va al lado del arzobispo con la mitra y el báculo.
Sacó el revólver e hizo fuego.


Idiarte Borda dio unos pasos, cayó de bruces y dijo claramente: Estoy muerto.
Arredondo se entregó a las autoridades. Después declararía:
—Soy colorado y lo digo con todo orgullo. He dado muerte al Presidente, que
traicionaba y mancillaba a nuestro partido. Rompí con los amigos y con la novia, para
no complicarlos; no miré diarios para que nadie pueda decir que me han incitado. Este
acto de justicia me pertenece. Ahora, que me juzguen.
Así habrán ocurrido los hechos, aunque de un modo más complejo; así puedo soñar que
ocurrieron.