Religión

El Evangelio de hoy 3 de Junio: “Esto es mi cuerpo. Esta es mi sangre”

Del santo Evangelio según san Marcos: 14,12-16.22-26

El primer día de la fiesta de los panes Ázimos, cuando se sacrificaba el cordero pascual, le preguntaron a Jesús sus discípulos: «¿Dónde quieres que vayamos a prepararte la cena de Pascua?». Él les dijo a dos de ellos: «Vayan a la ciudad. Encontraran a un hombre que lleva un cántaro de agua; síganlo y díganle al dueño de la casa en donde entre: ‘El Maestro manda preguntar: ¿Dónde está la habitación en que voy a comer la Pascua con mis discípulos?’. Él les enseñara una sala en el segundo piso, arreglada con divanes. Prepárennos allí la cena». Los discípulos se fueron, llegaron a la ciudad, encontraron lo que Jesús les había dicho y prepararon la cena de Pascua.Mientras cenaban, Jesús tomó un pan, pronuncio la bendición, lo partió y se lo dio a sus discípulos, diciendo: “Tomen: esto es mi cuerpo». Y tomando en sus manos una copa de vino, pronuncio la acción de gracias, se la dio, todos bebieron y les dijo: «Esta es mi sangre, sangre de la alianza, que se derrama por todos. Yo les aseguro que no volveré a beber del fruto de la vid hasta el día en que beba el vino nuevo en el Reino de Dios».Después de cantar el himno, salieron hacia el monte de los Olivos. 

Palabra del Señor. 

Gloria a ti, Señor Jesús.

REFLEXIÓN

En medio de un mundo inmerso en un hedonismo profundo que solo ve por el cuidado del cuerpo, es fácil que vayamos perdiendo de vista que somos seres espirituales y que de la misma forma que tenemos cuidado de la salud de nuestro cuerpo, debemos tenerlo también de nuestra alma. Jesús hoy nos propone su cuerpo y su sangre como un alimento que “da vida”. 

Lo maravilloso de este alimento es que la vida que nos da va más allá de lo que normalmente la comida material nos proporciona, pues esta comida nos hace tener la “vida en abundancia”, que en palabras de san Pablo estaría referida a una vida llena de paz y gozo en el Espíritu Santo. Sí, hermanos, el comulgar frecuentemente llena nuestra vida de una paz y una alegría que nada ni nadie sobre esta tierra nos puede dar. Es la comida que fortalece el alma y la hace anhelar con ansia el encuentro amoroso con Dios. 

Por otro lado, este evangelio nos recuerda que el no comerlo direcciona nuestra vida hacia la enfermedad espiritual, que es el pecado mortal y con ello pone en peligro nuestra vida eterna y arruina nuestra existencia en la tierra. Así como se enferma una persona que no come diariamente, así también se enferma quien no comulga con suficiente frecuencia. Es por ello que en nuestra comunidad vemos tanta gente deprimida, triste, angustiada, puesto que estos son algunos de los signos visibles de la vida en pecado. Jesús nos dejó un manjar para disfrutar nuestra vida, no lo tengamos por menos.