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Ferrocarril ruso

Tuve la fortuna de encontrarme un libro roto y sin portada, tenía anotaciones y garabatos. Ese día visitaba una de las librerías de calle donceles. De forma optimista estuve leyéndolo. Narraba la vejez del príncipe Tolstói y un insólito encuentro con dos estudiantes. En ese escenario de discusiones, ambos confrontaban al escritor, era una especie de charla y con esa dosis de rebeldía que caracteriza a la juventud.

La indiferencia de Tolstói ante los movimientos revolucionarios nunca pasaba desapercibida, pero no quería involucrarse porque era un anciano. Los chavales no encontraban explicaciones, como su héroe, un escritor apasionado no tenía suficientes agallas para unirse a una batalla contra las injusticias. El ruso aceptaba su falta de gallardía y su debilidad hacia la sedición.

Con el paso de los días, decidió darle un giro radical a su vida. Para los ojos de un lector, su vida era ejemplar y respetable. Su sala estaba en completo desorden, con libros amontonados y su escritorio abarrotado de papeles viejos. Daban la impresión de una librería de viejo. Esa situación, más los constantes regaños y disgustos de su mujer, lo mantenían intranquilo. Algo grato era el amor que sentía por su hija Sacha, le proporcionaba un bello bienestar. Amaba y comprendía su retórico amor a la vida.

Tenía tiempo ideando irse de casa. Un día se armó de valor, se puso las botas y se fue hacia la estación del ferrocarril de Astapovo. Fugarse era alocado, pero en su destino añoraba libertad. En sus planes no imaginaba que la fiebre lo sorprendería. Aquella sensación de autonomía fue su último viaje. En la estación ferrocarrilera se sentía mal y las personas lo reconocieron. Lo ayudaron y su deseo fue acostarse en una cama vieja. Empezaba a quedar dormido, poco a poco los recuerdos invadían su alma, de un instante a otro, su memoria empezó a viajar hacia la infancia.

Antes de morir, sentía como el aire del bosque golpeaba su cara y esa sensación le causaba una sonrisa de felicidad. El sublime peregrino de Stefan Zweig, es una creación teatral sobre los últimos días de Tolstoi. Que siendo viejo emprendiera esa búsqueda de autonomía. Las personas añoramos libertad en todas sus expresiones, los libros pueden ser una llave que tranquilice ese ánimo. Hay escritores que nunca dejas y buscas un pretexto para encontrarlos, en la biblioteca o en una librería. Alegóricamente es como si tuvieras una cita con esa persona que suscita ilusiones, esa entelequia es emocionante como una aventura caballeresca.