Cultura

La ironía francesa, por «tigrillo» Vallejo

La ironía francesa, 8 de marzo 1888

La ironía francesa fue algo que fastidiaba a Panchito, pero de forma amable la aceptaba. La democracia y filosofía era algo que no le causaba malestar, cuando charlaba con el profesor Ignacio Manuel Altamirano en el Río Sena, sonreían con humor francés. Le decía que era un joven burgués que no sabía de la pobreza. Panchito ironizaba le comentaba que la pobreza estaba en el corazón y que él estudio en las escuelas de Coahuila, que era amigo de los campesinos y no le daba la espalada a los desheredados. En el fondo de su alma, el maestro Altamirano, pensaba que los norteños no eran tan mexicanos, ambos ironizaban en la capital de los poetas.

Parras era para Panchito el centro del mundo y París la ciudad con menos problemas de legalidad y fraternidad. La educación francesa estaba impregnándose en sus venas y en su espíritu. En cambio, el viejo Altamirano era bufón y patriota que se carcajeaba de la vida, eso decía el joven Madero. Aconteció que cierto día, el profesor lo invito a los burdeles parisinos, decía que las mujeres eran hospitalarias con los mexicanos y su pronunciación elegante era platónica. Dicha tentación pronunciada con elocuencia representaba un riesgo para el joven de contraer alguna enfermedad. Panchito siempre se jugaba el todo como aventar una moneda al aire. Sus antiguos principios los había olvidado aquel día en el viejo continente.