Astaná, Kazajistán. – (Agencias) Kazajistán ser rebela y sus ciudadanos han llenado las calle exigiendo la renuncia del viejo líder Nursultan Nazarbayev, quien durante décadas se ha utilizado para la adoración performativa de los ciudadanos. Gobernó durante tres décadas al país, fue colmado de elogios y adulación en los eventos más importantes y su imagen sonreía en las vallas publicitarias de todo el país.
En 2019, cuando renunció al poder pudo escoger a sus sucesor, Kassym-Jomart Tokayev, y mantuvo el poder como jefe del consejo de seguridad y fue el poder detrás de las escena. Conservó su título de “Elbasy”, líder de la Nación. Astaná, la capital que mandó construir en el corazón de la estepa Kazaja, fue rebautizada con su nombre.
Parecía que había encontrado la respuesta al problema que molestaba a los viejos autócratas de toda la región: como hacerse a un lado sin correr el riesgo de represalias. Los acontecimientos actuales han traído otras lecciones. Los manifestantes han derribado estatuas de Nazarbayev, destinadas a ser su monumentos de su legado. En vez de gritar “¡Elbasy!”, ahora muchos kazajos enojado gritan “¡Shal ket!”, “¡Fuera viejo!”.
En los últimos años, el descontento por la pobreza, la desigualdad y la corrupción provocó un aumento de los disturbios, y gran parte de la ira se dirige al viejo líder, que durante mucho tiempo parecía intocable. Nazarbayev, fue quizá el más ágil para sortear los avatares de la caída de la Unión Soviética.
Nacido en 1940, ascendió en las filas del Partido Comunista y se convirtió en el primer líder independentista de Kazajistán. Logró mantener unido al país durante la década de 1990 y, más tarde, evitó la violencia extrema de la represión de sus vecinos Uzbekistán y Turkmenistán, evitando también el espíritu revolucionario de Kirguistán.
Recurrió al consejo de Tony Blair sobre la mejor manera de manejar la violencia, cuando murieron 16 personas en las protestas de 2011.
Trazo una línea geopolítica muy delicada en los años posteriores a la independencia de Kazajistán, teniendo una relación amistosa con Rusia, al mismo tiempo que cortejaba a los lideres occidentales y a las empresas energéticas, que hicieron la vista gorda ante la falta de democracia y, en cambio, se aseguraron de obtener lucrativos contratos.
Un ejército de abogados, contadores y asesores occidentales ayudaron a la nueva élite kazaja a invertir sus fortunas en grandes mansiones londinenses y villa suizas. Se cree que la hija de Nazarbayev y su nieto poseen 80 millones de libras esterlinas en una propiedad en Londres. Nazarbayev también contrató a un flujo constante de arquitectos y planificadores urbanos occidentales para construir su nueva ciudad capital.
El director Oliver Stone hizo un retrato cinematográfico hagiográfico sobre la época del gobierno de Nazarbayev, llamado Qazaq: Historia del hombre de oro, cuando se erigieron numerosas estatuas del líder retirado en todo el país.
Ahora su imagen se ha convertido en el pararrayo del descontento popular. El miércoles, Tokayev anunció que retiraría a Nazarbayev como presidente del consejo de seguridad, y corrió el rumor de que podría abandonar el país para recibir “tratamiento médico”.
Aún no está claro cómo evolucionarán los disturbios en Kazajstán y qué papel jugará Nazarbayev en ellos, pero parece seguro que los acontecimientos de los últimos días alterarán el legado histórico que había imaginado que dejaría.
