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La tristeza de los poetas rusos

En un amanecer lluvioso con sensación a nostalgia, agonizaba Fiódor en San Petersburgo. Era el año de 1881 y dos amigos charlaban con el viejo. Una epilepsia lo tomaba por sorpresa. Por unos segundos convulsionaba y sus nervios se alteraban. Kavierin y Kanty, estaban asustados. Al volver en sí, le preguntaban sobre su salud. Explicaba que era la enfermedad de años. Escuchaban y observaban aquel rostro huraño sin cachetes y de piel pálida. Parecía como si fuera un personaje de vampiros. 

La niebla del amanecer

Fiódor: Mi infancia tuvo pocas alegrías, tenía un libro que me inspiraba ilusiones, por eso escribí Noches blancas. Pasaban mis días, pero nada resolvía.

Kanty: ¿En qué lugares trabajaste?

Fiódor: Me gustaba conocer lugares inhóspitos, pero tome la decisión de irme a Dresde, luego Ginebra y París. En todos no pude echar raíces, la epilepsia fue quebrantándome. Finalmente pude regresar a San Petersburgo.

Kavierin: ¿Por qué no te aferraste a quedarte en aquellas tierras?

Fiódor: No es fácil encontrarte lejos de la patria y no sentir nostalgia. Cuando leía los periódicos recordaba la tierra rusa. Además, vivir lejos es pasar miserias.

Kanty: ¿Se dice qué tienes fama de ludópata?

Fiódor: No seas agresivo amigo. Siempre me gustaron las cartas, beber y desvelarme. La vida era una descarga eléctrica, solamente el juego me daba plenitud. En ocasiones ganaba, perdía dinero. ¡Me la tenía que jugar!

La cabaña de la prehistoria

Kanty: ¿Si tuvieras qué viajar a la antigüedad, a dónde partirías?

Fiódor: Seguramente a Sodoma, porque no son hospitalarios y eso me ayudarían a aliviar la tristeza. Pienso que solamente Lot y sus hijas me abrirían sus puertas.

Kavierin: ¿Cómo fue la experiencia que viviste en la cárcel de Siberia?

Fiódor: Muy mala, estuve a punto de morir. Estar entre gente salvaje y con malos olores, fue la muerte. Aprendí que las personas valen por lo que llevan dentro.

El polvo de las bibliotecas

Kavierin: ¿Qué opinión tienes sobre las bibliotecas?

Fiódor: Las bibliotecas parecen cementerios olvidados. Los libros están desapareciendo y las termitas son las más felices. Siempre soñaba con tener una librería en el campo y decorada con cuadros de arte.

Kavierin: ¿Qué héroe de la antigüedad admirabas?

Fiódor: Al gran Alejandro Magno. Me parecía un militar valeroso, le apodaban el león de la guerra y jamás fue derrotado en la batalla.

Kavierin: ¿Cuál es la filiación de tus personajes?

Fiódor: Que sean hombres verdaderos, pueden ser mundanos o lo que sea, pero que su vida sea un volcán en erupción. Que vivan el dolor propio. Su edad no es importante, solamente la desventura y la poca estrella.

Kanty: ¿Qué anécdota tuviste con algún lector?

Fiódor: Recuerdo que entraba a una taberna extraña, estaba bebiéndome una cerveza y se me acercaba un señor con un sombrero negro. Me pidió que le firmara su libro. Al final nos divertimos y terminamos siendo los mejores amigos.

Con ello quedaba concluida la charla. Era el mes de febrero, se escuchaba una música de fondo. El señor ordenaba otro café, se sentía intranquilo y sus ojos se veían cansados. Leyó unos fragmentos del libro Los Karamazov. Empezaba a sentirse el aire frío que soplaba por las calles solitarias. La tristeza de los poetas es amarga. Fiódor tuvo una vida arrebatada y electrizante. La anterior charla, fue una entrevista imaginaria en tres actos, con Fiódor Dostoievski. Fue difícil adentrarse en la vida del escritor. Me apoye en la biografía que escribiera Zweig sobre Dostoievski.