Cultura

Un fragmento de LAS CIUDADES INVISIBLES

LAS CIUDADES INVISIBLES, DE ITALO CALVINO

Nadie ha dicho que Kublai Kan crea en todo lo que dice Marco Polo cuando le describe las ciudades visitadas en sus misiones, pero es cierto que el emperador de los tártaros continúa escuchando al joven veneciano con más curiosidad y atención que a cualquier otro de sus emisarios o exploradores. En la vida de los emperadores hay un momento subsecuente al del orgullo de pensar en la amplitud ilimitada de los territorios que hemos conquistado, a la melancolía y al alivio de saber que pronto renunciaremos a conocerlos y comprenderlos; una sensación como de vacío que nos acosa en la noche al sentir el olor de los elefantes después de la lluvia y el de la ceniza del sándalo que se enfría en los pebeteros; un vértigo que hace temblar los ríos y las montañas historiados sobre las ancas fulvas de los planisferios, que enrolla uno tras otro los despachos que nos anuncian la caída de los últimos ejércitos enemigos, derrota tras derrota; que cuartea el lacre de los sellos de reyes cuyos nombres jamás habíamos oído, quienes imploran la protección de nuestras armadas triunfantes, a cambio de tributos anuales en metales preciosos, pieles curtidas y caparazones de tortuga: es el momento desesperado en el cual descubrimos que este imperio, que nos parecía la suma de todas las maravillas,es un desmoronamiento sin fin ni forma, que su corrupción está demasiado engangrenada para que nuestro cetro pueda ponerle algún remedio, que el triunfo sobre los monarcas adversarios nos ha hecho herederos de su prolongada ruina. Sólo en las relaciones de Marco Polo,Kublai Kan lograba discernir, a través de las murallas y las torres destinadas al derrumbe, la filigrana de un designio muy sutil para escapar a la mordedura de la carcoma.