Internacional

Los niños de la sequía, la catástrofe humana de Somalia

Minhaad Abdi Khalif fue enterrado ahí, en una fila donde la mayoría son niños, pero ya su tumba aparece incrustada intemporal en el paisaje

Galkayo, Somalia. – (Agencias) Tracy McVeigh, corresponsal del diario inglés The Guardian, nos restriega en la cara la terrible situación de los desplazados de Somalia, la gente de la sequía, del hambre, de las enfermedades y de las serpientes. Ahí, en las llanuras de la tierra roja, de los arbustos espinosos, donde las tumbas están a flor de tierra, donde ni siquiera el hombre o la mujer más dura, más alimentada, podrían escarbar en esta tierra cocida por el sol.

Los nombres y la fecha de fallecimiento de algunos de los que yacen en las tumbas, apenas se pueden reconocer en pedazos de hormigón, pero son pocos, la mayoría son simples montículos de tierra adornados con espinas, a los que se les ha dado forma para reconocer a quien se encuentra enterrado ahí. Minhaad Abdi Khalif fue enterrado ahí, en una fila donde la mayoría son niños, pero ya su tumba aparece incrustada intemporal en el paisaje.

Fadum Mohamoud Gure

O el caso de Fadum Mohamoud Gure, cuya hija murió a los 38 años y desde entonces cuida a sus nietos. De acuerdo con Gure, su hija, que vivía con ella en el campamento de personas desplazadas (IDP) en Xaarxaar, al sur de la ciudad de Galkayo, en la región de Galmudug, se encontraba muy estresada. Gure cree que fue la presión arterial la que mató a su hija, quien estaba muy preocupada por la falta de alimentos de sus hijos hambrientos. No tenia medicamentos para tratarse. Fue la séptima de doce hermanos en morir prematuramente.

Los 10 hijos huérfanos de Minhaad se sientan alrededor de su abuela. Sus edades oscilan entre los ocho meses y 12 años. “Ella era ganadera y vino aquí cuando todo el ganado murió a causa de la sequía. Su primer esposo había muerto de cáncer y el segundo murió hace nueve meses. No sé por qué”, dice Gure, de 80 años, meciendo al nieto menor de mejillas afiladas.

Fadum Mohamoud Gure, (d) que cuida a sus nietos tras la muerte de su hija, Minhaad Abdi Khalif

“A veces comen y a veces no”, dice Fadum. “Beben agua si pueden y tratan de dormir. Nosotros podemos dormir, pero los niños no pueden dormir porque el hambre les hace rascarse el cuerpo y luego se despiertan”. Cuando se le pregunta a cuántos funerales ha asistido este año, Gure mueve la cabeza como aceptando la realidad: “Muchos”.

Dos de sus nietos, de dos y tres años, murieron el año pasado de sarampión. La enfermedad, al igual que la neumonía, hacen presa fácil a los niños desnutridos.  Alrededor del pueblo de Galkayo hay 74 campamentos y en este campamento, que alberga a más de 10,000 personas, mueren niños por el hambre. Las tasas de desnutrición aguda alcanzan el 52% entre los menores de 5 años, las más altas de Somalia, y esta región está al borde de la hambruna, escribe McVeigh.

Bashir Abshir Jama

Bashir Abshir Jama con su hijo desnutrido de cuatro años, Mohamed, que se encuentra en estado crítico.

Bashir Abshir Jama, padre soltero de Mohamed, de 4 años. Ha estado sentado durante tres días junto a su hija Yusur, de 11 años, en el Hospital South Galkayo, observando como la fiebre ataca al cuerpo famélico de su hijo, que yace en una cama bajo un mosquitero colgado torcido sobre el colchón. “Solo Dios sabe lo que va a pasar”, dice. “Los niños son mi prioridad, por supuesto, pero encontrar trabajo es difícil. A veces ganas un poco de dinero, a veces no”.

Apoyado por la Unicef, la Oficina de Naciones Unidas para la infancia, el hospital cuenta con un centro de estabilización para los casos de desnutrición con complicaciones graves. Cuando se le preguntó si culpa a abaar , la sequía, por el estado de Mohamed, el padre se encoge de hombros. “La sequía está en todas partes, este lugar no es diferente, ningún lugar es diferente. No hay lugar a donde ir donde no haya sequía”. El estado de Mohamed seguía siendo crítico el miércoles.

Hani Ali Osman

Hani Ali Osman, una madres soltera que acaba de llegar al campamento de desplazados internos de Degaan, el este de la ciudad de Galkayo, con su hijo de tres años Suliman, quien es discapacitado, aunque nunca nadie ha dado un nombre para su condición. Después de haber dejado sus hogares y granjas a cientos de kilómetros huyendo de la sequía, unas 700 personas llegaron al acampamento.

Izquierda: Hani Ali Osman con su hijo de tres años, Suliman

Los alimentos disponibles han aumentado un 125% desde febrero pasado, lo que ha aumentado la hambruna y la desnutrición infantil. Osman proviene de Beledweyne en el distrito de Hiran, que ha visto un aumento en los ataques de los militantes de Al-Shabaab y donde la sequía ha limpiado la tierra de plantas y animales.

“No había nadie que me apoyara allí, así que vine aquí. Me dijeron que había comida aquí”, dice Osman. Suliman recibió pasta de proteínas en la carpa médica y otras mujeres se reunieron para ayudarlas a encontrar un lugar para dormir.

“[Osman] es vulnerable, por lo que la comunidad hará una contribución para ayudarla. Si tenemos espacio, la acogeremos en nuestros refugios”, dice Malyaun Osman Omar. “Es mejor que se quede aquí porque algunos de los otros campamentos no tienen baños y muchas mujeres son violadas cuando van al monte”.

Las serpientes

En los campamentos alrededor de Galkayo hay poca comida. Unas 130,000 personas viven en refugios en su mayoría con pisos de tierra, aunque algunas personas tienen colchonetas para dormir o lonas alquitranadas y muchas han traído una tetera.

Mohamud Adan Barte ha construido una plataforma elevada para la estera de dormir de su madre de 90 años, que es ciega. Ha visto demasiadas víboras deslizándose por la tienda hasta donde duerme Maryam Mohamud Gutale, y dice que sabe de cinco muertes en el campamento por mordeduras de serpientes.

Comerciante de ganado, Barte, de 65 años, está orgulloso de su vida anterior y de la casa de cemento que construyó para su familia. Es la primera vez que está en un campamento de desplazados.  “Esto es lo peor que he visto. La sequía se ha apoderado de los animales y nos ha dejado así, sin comida. Vinimos aquí hace dos meses, pero es solo un pobre refugio lo que podemos construir aquí. La gente viene y registra nuestros nombres y hace preguntas, pero nadie tiene nada que darnos.

“Mi madre duerme todo el tiempo y yo también estoy cerca de quedarme ciego, ya que mi propia vista se está desvaneciendo. Parece que somos personas que mueren de mordeduras de serpientes, hambre y enfermedades”.