Washington, D.C. – (Agencias) De acuerdo con Molly Roberts, editorialista del New York Times, los nuevos criterios para la elegibilidad de la vacuna en Estados Unidos son un desastre.
Como en Charlotte, donde un periodista de televisión anunció lo siguiente: “»Si fumas o has fumado previamente al menos 100 cigarrillos, calificarás para una vacuna contra el coronavirus en Carolina del Norte a partir del 24 de marzo».
Esto no es nada para un fumador empedernido. Sin embargo, un estudiante universitario de esos que fuman “cuando estoy borracho”, puede alcanzar esa cifra a través de la lenta pero constante acumulación de bocanadas post-fiesta.
Tampoco es demasiado tarde para empezar: Tienes tres semanas para llegar a 100, y puedes llegar allí desde cero, consumiendo menos de un cuarto de paquete por día.
Para Roberts, esta situación es un claro ejemplo de que la próxima ola de criterios de elegibilidad para la vacuna contra el coronavirus ha tomado el requisito de edad y lo ha reemplazado por un desastre.
Las diversas categorías médicas y profesionales establecidas en todo Estados Unidos para garantizar una inmunización masiva ordenada tienen tantas lagunas que parecen colapsar en sí mismas.
Se ha llegado a un punto de inflexión donde se debe elegir entre lo que podemos y debemos hacer para vacunarnos, y cuándo, dice Roberts.
Esa es una elección que normalmente tomamos todos los días sin darnos cuenta. Ahora, no podemos evitar pensarlo.
De acuerdo con Roberts, hay suficiente ambigüedad en las nuevas reglas que ahora dependen de una autodefinición.
No importa el coraje sobre si es correcto “recompensar” a un fumador con una dosis anticipada. Al final, plantea Roberts, ¿Qué es un fumador? ¿Qué es un asmático, para el caso?
La obesidad te coloca en la fila, pero la obesidad se basa, para estos propósitos, en la masa corporal, o IMC, pero muchas personas consideran el IMC como fotófobo.
Otro ejemplo: en Washington, los miembros de la prensa podrán inscribirse para recibir la vacuna en los nuevos criterios.
Pero caminar en el pavimento para asistir a una protesta o realizar entrevistas cara a cara, conlleva más riesgos que estar sentado en casa escribiendo una columna, afirma Roberts.
El sistema dice que los periodistas pueden recibir una vacuna si quieren, pero la pregunta es si el sistema realmente entiende como trabajan algunos de los miembros de la prensa.
Las maniobras para saltarse la fila son cuestionables, pero ¿Qué es realmente inaceptable? Asistir a una clínica que no verifica la descripción del tipo de trabajo es una cosa; conducir a otra localidad sin requisito de residencia donde se puede ser elegible anticipadamente, es, con mucho, otra cosa.
A veces, dice Roberts, cuando las reglas dan un tufo de injustas no siempre están mal; a veces pueden ser correctas.
Para Roberts, el sarcasmo tiene otra lección. Supongamos, dice, que un estado decretó que la distribución de vacunas debe proceder tomando en cuenta el total de yardas obtenidas en el futbol americano.
Esto sería una aberración en el marco ético. Pero, cuando el jugador más valioso (MVP por sus siglas en inglés) pone sus bíceps alterados con productos prohibidos para que se le aplique la inyección, ¿sería justo culparlos a ellos o a los funcionarios que les permitieron la aplicación?
Quizá sea mejor culpar a la peligrosa enfermedad que a los requisitos laxos, que al final son preferibles sobre una distribución lenta de la vacuna. Después de todo, cuanta más gente se inmunice, mejor.
En Washington, comenta Roberts, el gobierno local decidió priorizar la vacunación a través de los códigos postales de la población más desatendida, después de que los funcionarios descubrieron que un número desproporcionado de vacunados vivián en barrios más ricos.
Eso funcionó, la gente rica de repente tuvo más dificultad de conseguir lugar en la fila. Lo que pasaba antes, era que aquellos que tienen más privilegios los estaban usando, conscientes o no, para tener aún más privilegios.
Quizá tenían conexiones más rápidas a Internet; quizá tuvieron un conocimiento más claro de lo que estaba disponible para quien y cuando; tal vez conocían a alguien en la empresa de tecnología que supervisaba el software para el registro de los elegibles.
Esto sucede en un país grande y capitalista como éste, y sucede en países que ponen un énfasis más en la igualdad, aclara Roberts.