Internacional

‘“Gritaba de dolor”: mi infierno de la viruela del mono’

Le dijeron que sería leve, que era una persona saludable sin condiciones subyacentes. Sin embargo, no tenía idea de lo mal que se pondría

Nueva York, EUA. – (Agencias) Una nueva enfermedad se abate sobre la humanidad: la viruela del simio o mono. Un neoyorquino describió a un periodista del diario inglés The Guardian, su terrible experiencia con la enfermedad y la calamidad en la atención de un sistema que no está equipado para manejar otra pandemia. “Tengo viruela del simio y ha sido una pesadilla total”, le contó Sebastian Köhn al periodista Wilfred Chan.

La había adquirido en Nueva York, cuando comenzaron las festividades del Orgullo el 24 de junio. Sabía que la viruela del mono era un problema emergente y que se estaba presentando principalmente entre los hombres homosexuales, pero tenia la impresión de que la cantidad de casos en la ciudad era relativamente pequeña. Lo que no entendía era la pésima capacidad de pruebas, la ciudad solo tenía capacidad para procesar diez pruebas al día.

Sebastian Köhn

Tuvo sexo con varios hombres ese fin de semana. Luego, una semana después, el 1 de julio, comenzó a sentirse fatigado. Tenía fiebre alta con escalofríos y dolores musculares, y sus ganglios linfáticos estaban tan inflamados que sobresalían 5 centímetros de su garganta. Primero se realizó una prueba Covid, salió negativo. Entonces, comenzó a sospechar de la viruela del mono. Le envió un mensaje a un amigo: “estoy sentado aquí en espera que comience la erupción”.

Filántropo de profesión, Sebastian, de 39 años y originario de Suecia, vive en Brooklyn. Durante la última década, su trabajo se centró en la salud y los derechos sexuales y reproductivos, por lo que estuvo siguiendo el brote desde el principio. Incluso trató de vacunarse cuando la ciudad de Nueva York lanzó una campaña de vacunación el 23 de junio, pero, como la gran mayoría de los neoyorkinos, no tuvo suerte en conseguir una cita.

Dos días después de que comenzaron los síntomas, las erupciones aparecieron como lesiones anorrectales: llagas dolorosas en el ano y el recto. Al principio, la sensación era de picazón y escozor. En este punto no estaba asustado, comentó. Le dijeron que sería leve, que era una persona saludable sin condiciones subyacentes. Sin embargo, no tenía idea de lo mal que se pondría.

Tuvo una visita de telesalud con su médico de atención primaria (PCP) y estuvo de acuerdo que se hiciera la prueba. Así que se dirigió a urgencias. Tenía todos los síntomas de la viruela del mono, afortunadamente, nadie le cuestión si debía o no someterse a una prueba. También pedí un panel completo de ITS (enfermedades de transmisión sexual).

Quería que se le aplicara el medicamento antiviral que se usa para tratar la viruela del simio, TPOXX, pero primero necesitaba un resultado positivo en la prueba. Así que lo enviaron a casa con Tylenol. ( Los reguladores europeos han aprobado TPOXX como un tratamiento eficaz contra la viruela del mono, pero la FDA solo lo ha aprobado para tratar la viruela. El CDC mantiene una reserva de TPOXX y permite su «uso compasivo» durante los brotes de viruela del mono).

Después de irse a su casa, el sarpullido comenzó a extenderse y comenzó a sentirse ansioso. Desarrolló lesiones en casi todas las partes de su cuerpo. Comenzaron a verse como picaduras de mosquitos antes de convertirse en ampollas llenas de granos que eventualmente reventarían, luego se convertían en costras antes de dejar una cicatriz. Le parecieron en el cráneo, la cara, brazos, piernas, manos, torso, espalda y cinco solo en su codo derecho. En el pico de la enfermedad, tenía 50 lesiones, fiebre de 41°C y un dolor intenso, lo que le provocó un ataque de pánico. Irónicamente, el único lugar donde no tenía lesiones era en su pene.

La gente espera en la fila para recibir la vacuna contra la viruela del mono. (Fotografía: Kena Betancur/AFP/Getty Images)

Al día siguiente recibió sus resultados del ITS: positivo en gonorrea. Pero nada de la viruela del mono. Fue entonces que desarrolló urticaria en todo el cuerpo, desde el cuello hasta abajo, así como dolor de cabeza, dolor de artritis en los dedos y los hombros y un dolor extraño en la espinilla que se volvió tan doloroso que no podía ponerse de pie.

En las noches, se despertaba enloquecido tanto por el dolor como por la comezón de las lesiones y la urticaria, que amanecía rascándose en la cama. Se encontraba aislado, solo y frustrado por lo injusta que era su situación. Claramente estaba muy enfermo, que tuvo que improvisar un plan de atención por su cuenta. Sus lesiones anorrectales, que ya era muy dolorosas, se convirtieron en heridas abiertas, lo que lo hizo insoportable. Literalmente eran gritos cada ida al baño. Incluso mantener el área anal limpia, como lavarla, fue extremadamente doloroso. Era un proceso de dos horas cada vez que iba al baño.

Cuatro días después de su prueba, Sebastian recibió una llamada de urgencia que le informaba que había dado positivo a la viruela del mono, pero no le dieron más información de eso. A partir de ese momento, comenzó a llamar para saber cómo podía tener acceso a antivirales. Sabía que los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades (CDC) habían publicado una guía sobre quien debería ser considerado para el tratamiento, y las lesiones anorrectales, lesiones en la garganta y afecciones dermatológicas, las cuales tenía, estaban incluida para recibirlo.

Y ahí empezó su pesadilla. Lo llevaron en círculos. Llamó a urgencias, quienes le dijeron que se comunicara con el Departamento de Salud, donde le dijeron: «Oh, no, su PCP tiene que solicitar tratamiento para usted». Luego me comunicaba con mi PCP y me decían: «Podemos llevar el caso al departamento de salud, pero para que lo sepas, rechazan la mayoría de nuestras solicitudes, así que no te hagas ilusiones».

Entonces, su garganta comenzó a hincharse. Sus amígdalas estaban cubiertas de pus blanco. Grabó un video con alguien en el consultorio de mi PCP y le dijeron: «Creo que deberías ir a la sala de emergencias». La sala de emergencias determinó que era amigdalitis bacteriana y le dieron una ronda de antibióticos. Pero cuando les pidió antivirales, le contestaron que no se los darían porque solo se los daban a personas con inmunodepresión grave. Les insistió: «Esas no son las pautas de tratamiento de los CDC». No quisieron, y lo dieron de alta a las 2 am. Estaba increíblemente desmoralizado.

Finalmente, a la noche siguiente, recibió una llamada de una clínica del Centro Médico Irving de la Universidad de Columbia. Le informaron que el Departamento de Salud les habían transferido su caso y que ellos se harían cargo a partir de ese momento. Quizá fue de los pocos invitados afortunados a recibir el tratamiento. Debido a que el fármaco no se ha probado exhaustivamente en humanos, existe un protocolo de información de ingesta y consentimiento bastante significativo. Pasó aproximadamente una hora en la clínica y salió con un suministro de TPOXX para dos semanas. Se sentía aliviado.

La dosis consistía en tomar tres pastillas cada 12 horas, con una dieta rica en grasas. Las lesiones comenzaron a sanar muy rápidamente y ahora solo le quedaban tres costras pequeñas. Solo en los últimos días pudo ir al baño sin dolor. Todavía se encuentra en aislamiento. Se siente una persona bastante privilegiada en el sentido de que tiene los recursos necesarios para pedir alimentos y medicamentos y recibirlos en su puerta.

“El día después de que comencé el tratamiento, el 13 de julio, finalmente recibí una llamada de un rastreador de contactos del departamento de salud, quien dijo que podría haber estado expuesto a la viruela del simio el 26 de junio. Le dije que ya tenía viruela del simio y me preguntó acerca de mis síntomas. La llamada duró aproximadamente media hora y obviamente estaba leyendo un guión. Luego ella dijo: «Está bien, gracias por tu tiempo, mejórate», y colgó. Ni siquiera me preguntó qué contactos había tenido”.